Las nubes son el hilo conductor de la novela. Presentes a lo largo de toda la historia, llegan a convertirse en una metáfora del espíritu del protagonista: cambiante, inasible, con matices que influyen en su ánimo y en su interpretación de la vida. Sus sentimientos, como jinetes en un cielo en evolución, se tiñen con los infinitos matices que flotan sobre su cabeza.
El autor evita la geografía demasiado concreta, mezclando lugares reconocibles con otros indefinidos. Esta omisión deliberada sirve para resaltar la historia y ubicar a los personajes en un entorno que, pese a ser percibido como realista, roza lo imposible. El resultado: una atmósfera onírica que acompaña los devenires del relato.
No es una novela epistolar pero sí contiene múltiples cartas, transcritas con una literalidad que permite al lector introducirse en los sentimientos de los protagonistas. La voz de la carta ofrece una inmediatez emocional distinta a la narrativa, abriendo ventanas a la interioridad de los personajes.
El club bohemio radical funciona como uno de los núcleos emocionales de la novela. Es un refugio de libertad, exceso y revelación donde los personajes, fuera de las normas cotidianas, se permiten explorar deseos, fragilidades y verdades ocultas.
En este espacio cargado de música, humo y confidencias, las relaciones se transforman y se tensan, y surge una intimidad que condiciona decisiones cruciales para la historia.